lunes, 16 de enero de 2017

Hola a todos, Feliz año 2017.
Les escribo para invitarlos a leer un cuento escrito por el alumno Pedro Luis Aguilera Romero, cursante del 6to grado, sección "A".


CAREPÁJARO

Había nacido en un hogar humilde, donde se respiraba un ambiente de convivencia y armonía; pero la calle era otra cosa muy diferente para él, debido a la permanente hostilidad que en ella vivía a diario. Los niños del pueblo lo llamaban burlonamente ¡Carepájaro!, ¡Carepájaro!. Este sobrenombre era porque su cara tenia forma de pájaro  y pies largos, sólo le faltaban las plumas y el pico.

Curiosamente, para Niko, como era llamado por sus familiares, el apodo representaba una ofensa hacia su persona por sus condiciones físicas. Anhelaba ser una persona normal como todo niño, ya que las risas sarcásticas de sus amigos, vecinos y las palabras burlonas, le causaban una gran tristeza, por la maldad de la gente del vecindario.

Un día exclamo: “Las aves viven para volar, los árboles para dar flores y frutos y las personas para amar, pero somos los únicos seres humanos que faltamos al mandato divino”. Luego agregó con dolor: “Si aquí no existe amor y bondad, hay que buscarlos en otra parte”. Y decidió ser feliz en su propio mundo al no poder amar y ser amado entre sus semejantes.Así que una madrugada, sin que nadie se enterara, decidió irse a la ciudad, y agarró su morral lo lleno de comida, diversos utensilios y se marcho a una casa lejana y abandonada, a la que todos creían embrujada.

En el entorno de aquel caserón no había animales, particularmente aves, lo que presagiaba, más que nada, la presencia de calamidades ocultas. Una horripilante costra negra arropaba el suelo de aquella mansión, y la convirtió en una gigantesca tumba colectiva donde diera cobijo a todos los intrusos que se atrevieran a romper las temibles sombras de su ámbito.

Todo impregnado de una atmósfera irrespirable, de la que se desprendía una sensación de murmullos y quejidos sufrimiento. Allí solo podían aspirarse aires con olor a fantasma y maleficios. Frente a aquella casa fantasmal, Niko sacudió su pequeño cuerpo, lleno sus pulmones de oxigeno y se acerco a la mansión con mucho nerviosismo. Su cuerpecito temblaba más que una gelatina.

¡Quien vive en el bien no debe temer al mal!.Exclamo para darse valor. Y con este pensamiento toco la puerta: Tun, tun, tun… tun, tun, tun… tun, tun, tun.

¿Qué intruso molesta tan temprano?, preguntó al fin una voz ronca y áspera, lo que hizo crecer aún más su pánico. Pero las ansias de convertir ese espacioso caserón en su nuevo hogar produjeron un milagro: su temeridad venció al terror que lo recorría de cabeza a pies.

So…so… soy… Ni… Niko… Ca… Carepájaro, que… que busca un lugar donde vivir en paz y amor, respondió con voz apagada y temblorosa, usando el apodo como apellido, creyendo que así sería mejor recibido.

La maltrecha puerta, que debía tener siglos sin abrirse, sucia y cubierta de telarañas se desplegó de par en par con un crujido estrepitoso. Esto lo espantó tanto, que estuvo a punto de implantar un récord en los cuatrocientos metros planos.

La gelatina que era su cuerpo se estremeció aun más. Llenándose de valor traspuso el umbral, pero no podía ver nada con tanta oscuridad adentro. De pronto, como en un acto de magia, todas las ventanas se abrieron, golpeando las débiles paredes e iluminándose el miserable recinto.

Carepájaro, esperaba impaciente tu llegada, tu pureza e espíritu ha vuelto la claridad a esta villa tenebrosa y ha desbaratado su maleficio oyó decir a una voz, ahora suave y amable. Solo que todavía el autor de lo sucedido permanecía oculto. Niño volteaba para todos lados sin poder verlo. En eso estaba cuando cayeron sobre su cabeza dos letras de plumas doradas, D y V, rodando hasta sus pies. Sorprendido, levantó la vista y allí se encontraba, con expresión burlona, tres niños escondidos entre hebras luminosas de aire.
¿Qui… qui..quienes son ustedes?,

¿Qué… que hacen escondidos entre las hierbas?

Pregunto tartamudeando, con humildad, todavía dominado por el pavor que le helaba músculos y huesos

¡Adivínalo!, si puedes, Carepájaro, porque esa es nuestra última misión aquí, en esta desencantada morada, amigo mío fue la repuesta que obtuvo. Haberle contestado de esa manera, con tanta amabilidad tranquilizó a Niko.

Niko fue labrando su propio mundo, rodeado de amigos, vecinos, animales y plantas a todos los llamaba “mis amados hijos”, y con la fiel compañía del que bautizo con el nombre Zepelín. En su nueva casa sembró matas de mago, guayaba, naranja, lechosa, cambur y muchas otras. Hizo fuente y laguna que llenaba con el agua que traía del arroyuelo por caminitos de agua, y que todos disfrutaban en medio de una gran algarabía, armando frecuentes bochinches avícolas donde la garza se entretenía con una danza acuática con el pato y el azulejo.

Cada día Niko se iba pareciendo más a un pájaro,  debido al proceso de crecimiento de todo ser humano. Al transcurrir el tiempo Niko estaba muy triste por la forma física que presentaba su cuerpo, sus amigos y vecinos se burlaban diariamente de él, la desesperación de ver como sus amistades lo rechazaban pensó en actuar como un pájaro. Su amigo Zepelín al verlo triste y angustiado le pregunto.

¿Qué te pasa Carepájaro?

¿Por qué te encierras en sí mismo?

¿Qué puedo hacer por ti querido amigo?, nada amigo mi mayor deseo es ser un niño normal como tú y no puedo, Dios me creo de esta forma y mis amigos se burlan de mí constantemente.

Zepelín se esforzaba en ayudarlo, demostrando así su solidaridad a Carepájaro. Un día muy soleado decidió invitar a los vecinos a un compartir en casa de Carepájaro. Mientras más jugaban y más cosas hacían más amiguitos venían a comer, beber, bañarse en la piscina. De esta manera, el lugar fue invadido por muchos amiguitos de la comunidad. Así en un ámbito de amor y bondad renació hermosamente la vida en la casa de terror.

A Niko se le hizo muy difícil comer y compartir un rato con ellos, porque no le gustaba que lo miraran, y se rieran de él.Un concierto de bellos trinos lo despertaba cada mañana y cuando esa cautivadora melodía lo adormecía, envolviéndolo en sueños fantásticos, contaba con dos infalibles despertadores naturales el carpintero con su fuerte picoteo y el loro, que le chillaba casi al oído “Ya amaneció, Carepájaro, ¡levántate!, todo esto lo hacía más hombre.

Derrotado por su baja autoestima, Niko llego a la amargura de estar con sus amigos y consigo mismo, y así derrotado y abatido abandonó su maravillosa casa y se refugió en la oscuridad de un hogar abandonado. Al notar esto, todos se preocuparon, particularmente Zepelín.

¿Qué te pasa Carepájaro?

¿Por qué te encierras si logras lo que deseabas? Le pregunto Zepelín con ironía, en una fresca tarde. ¿Qué puedo hacer por ti, querido amigo? Insistió, tratando de ayudarlo a superar su depresión. Tú sabes que aun no he logrado lo que más deseo, le respondió decepcionado.  No he podido ser un niño normal como tú.

Creo que ahora si llego el momento Carepájaro le dijo Zepelín compasivo, para levantar su ánimo. Te enseñare hacer un niño fuerte, para que no te deprimas por culpa de los demás. Yo soy el “Duende volador” que te ara salir de este problema que tuviste desde tu nacimiento.

Finalmente Zepelín pudo convencerlo y comenzaron sus lecciones de motivación, valoración y autoestima; en primer lugar tienes que tener confianza en ti mismo, debes relacionarte con tus amigos, habilidad de perdonar a los demás, ser independiente y no tener miedo al fracaso. Fueron muchas las horas de pruebas y Niko, cansado de tanto leer, estuvo a punto de abandonar el dificilísimo aprendizaje.

Espera Carepájaro, ¡no te rindas!, creo que venciste tu miedo, me perdonas, pero olvide algo muy importante. ¡Las dos letras de plumas doradas! Son mágicas y te ayudaran aceptarte como eres en cualquier parte del mundo. Pégalas firmemente a  cada una en la pared de tu cuarto para que te de suerte todos los días.

Fue por las letras que guardaba en un cajón y se sorprendió al no encontrarlas; en su lugar había otras dos. Sin saber que hacer dijo: “Zepelín, la D y la V han desaparecido, solo encontré una C y P de plumas doradas”,

Zepelín lo aconsejo: “Usa tu cerebro Carepájaro, ¿ahora tampoco sabes el significado de esas letras? Aun así, debes hacer lo que te indique y desde hoy tendrás nuevos amigos que valorarán tu personalidad y forma de ser.

Niko siguió el consejo de Zepelín, y se convirtió en el niño más querido y apreciado del campo, lleno de ternura, solidaridad, amor por todo lo que los rodeas.


“Jamás te burles, ni ofendas a nadie,
no sabe si más adelante será tu mejor amigo”